Cambio climático, la importancia de los ríos y lagos en las emisiones de gases de efecto invernadero.
Cada verano vemos que las noticias se llenan de los incendios forestales que devoran nuestros montes, de las sequías cada vez más persistentes, del retroceso de los glaciares del Pirineo o de los procesos de anoxia y eutrofización de las lagunas, como el Mar Menor. Pero también lo observamos a nivel global, con los grandes incendios en California, Amazonas, Siberia, la llegada de huracanes y tifones cada vez con más fuerza y en latitudes más altas, los cambios en el grosor de la banquisa en el Ártico y el deshielo de la Antártida.
Estos eventos, consecuencia del cambio climático, desgraciadamente han adquirido un aura que da pie al debate entre creyentes y no creyentes, pero que en realidad ha atropellado el trabajo de la comunidad científica basado en estudios críticos e independientes, y que no permite ninguna clase de dudas sobre la atribución de dichos eventos al cambio climático.
¿Cómo funciona el ciclo del carbono y el resto de gases de efecto invernadero? ¿Cómo afecta a todos los ecosistemas, en especial en las montañas y lagos? ¿Cuál es la tendencia futura?, y sobre todo, ¿En qué podemos actuar como ciudadanos y amantes de la naturaleza?.
Para resolver estas y más preguntas, y ayudarnos a comprender el impacto global del cambio climático, .entrevistamos a la investigadora y montañera Núria Catalán, Doctora en Ecología y Biogeoquímica del Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medio Ambiente del CNRS de París y el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) de Boulder, limnóloga (i.e. persona que estudia las aguas continentales) y especialista en el ciclo del carbono.
Cambio climático, el problema global y su impacto sobre los lagos y ríos de montaña
Hola Núria, ¿qué tal estás?. El pasado verano, como durante los últimos, se ha convertido en habitual las noticias sobre incendios forestales, sequías y episodios extraordinarios como huracanes en latitudes muy altas. El cambio climático ya se ha convertido en el mayor desafío al que se ha enfrentado la humanidad. Y las palabras huella de carbono, ciclo de carbono y gases de efecto invernadero se han instalado en nuestra sociedad. ¿A qué os referís los científicos cuando decís “ciclo del carbono”? ¿Por qué se habla de la inercia del sistema?
Núria: Lo primero es tener claro que el carbono es un elemento que está presente en todos los organismos vivos del planeta y que se va moviendo de un reservorio a otro, como los bosques, el mar o la atmósfera mediante flujos de diferente magnitud. Por ello es muy importante conocer qué controla cada uno de estos flujos, porque cualquier cambio en uno de ellos cambia la relación con el resto. Esto es lo que pasa con la atmósfera, los bosques por ejemplo, retiran CO2 de la atmósfera mediante la fotosíntesis y lo emiten durante la respiración. Ambos son flujos naturales que afectan el reservorio atmosférico. El problema surge cuando alteramos estos flujos de emisión y de capacitación naturales (por ejemplo debido a la deforestación) y generamos nuevos flujos , de origen antropogénico, como la quema de combustibles fósiles desplazando un reservorio que estaba enterrado (el carbón y el petróleo) a la atmósfera.
Cuando hablamos de inercia del sistema, nos referimos a que estas emisiones antropogénicas están rompiendo el equilibrio existente en el balance global de carbono, desencadenado lo que llamamos bucles de retroalimentación positivos. Un ejemplo es el Permafrost, suelo congelado durante todo el año, presente sobre todo en el Ártico (está presente en el 25% de la superficie terrestre en el hemisferio norte!) pero también en zonas montañosas como el Himalaya o los Alpes, que al descongelarse, libera CO2 y metano, que estaban atrapados en la materia orgánica del suelo. Estas emisiones contribuyen al efecto invernadero y por tanto, al aumento de la temperatura, que a su vez incrementa el deshielo del suelo. Acelerando el proceso. Se calcula que aún con las mejores previsiones de emisiones, es decir, estabilizandose en un incremento de temperatura de tan solo 1.6ºC, este proceso de deshielo seguirá activo 100 años más.
Núria: La barrera del grado y medio es importante porque se calcula que incrementos mayores acarrearan cambios irreversibles sobre los ecosistemas y sobre nuestra propia capacidad de respuesta. Por ejemplo, volviendo al permafrost y las montañas, si siguiéramos la trayectoria más optimista y nos estabilicemos en un ascenso de 1,6 o 1,7 ºC que luego comenzase a disminuir. Aun así los glaciares pequeños, como los del Pirineo, o los de zonas templadas como los de Andes y África o Asia ya no se recuperarían. Sin embargo nos dirigimos a un incremento de unos 4ºC y, en esta trayectoria, en 2100 no habrá glaciares. Esto es un gran problema, ya que aparte de ser almacenes de agua dulce, ayudan a la regulación térmica de esas zonas, con lo que cada vez el clima en estas regiones será más extremo.
Tu especialidad es la limnología. Lo que te ha llevado a trabajar en ríos y lagos de todo el mundo, desde Groenlandia hasta Patagonia, pasando por los lagos boreales escandinavos y por supuesto, los ríos y lagos peninsulares. ¿Cuál es su implicación en el ciclo del carbono y su relación con el cambio climático?
Núria: Pues si, soy limnóloga y estudio los procesos que transforman la materia orgánica en los ríos y lagos y cómo encajan en el ciclo global del carbono. Las hojas, los restos de árboles, los suelos, como hemos comentado anteriormente, todos tienen carbono que debido a la escorrentía superficial o al agua subterránea acabará siendo transportado a los ríos. En la última década hemos entendido mejor la importancia de los lagos y de los ríos en el ciclo de carbono, ya que hasta hace pocos años se creía que actuaban meramente con un papel de transporte de éste carbono de los bosques y los suelos hacia al mar. Pero se ha visto que no, que dentro de las masas de agua dulce hay, tanto procesos de respiración que emiten gases como dióxido de carbono y metano a la atmósfera como procesos de sedimentación que retiran y almacenan carbono en los sedimentos durante largos períodos de tiempo. Para hacernos una idea de su relevancia, en países como Suecia, con una gran cantidad de bosques -que sabemos que son sumideros y captan CO2 atmosférico- su balance de emisiones ligadas a los usos del suelo es muy positivo . Pero si en el balance incluimos las emisiones generadas por sus lagos, de los que tienen centenares de miles, ese balance aumenta hasta un 50%. Por ello es vital entender en qué medida los procesos de transformación de carbono en las aguas continentales contribuyen o contrarrestan estas emisiones y cómo estamos alterando estos procesos.
¿Funcionan todos igual?
Núria: Evidentemente no. Ya que la cuenca en la que se encuentran es muy importante, ya sea por el tipo de vegetación, los usos del suelo, la litología e incluso la temperatura. Volviendo al caso de Suecia, muchos de sus ríos tienen un color marrón, como si fuese un té muy diluido, y eso es porque llevan mucha cantidad de materia orgánica y seguramente serán emisores. Pero en los ríos de montaña o en los ríos mediterráneos son más transparentes. Posiblemente serán captadores de CO2 atmosférico. Pero es a grandes rasgos, porque hay muchos factores locales (como la contaminación) que pueden variar su estado y decantar el balance.
Y, viceversa, ¿cómo les está afectando el cambio climático a los ríos y lagos?
Núria: Volvamos al ejemplo del permafrost. Cuando ese suelo se descongela se libera más carbono que por escorrentía irá a parar a los ríos, por tanto tenemos unos ríos recibiendo una cantidad distinta de materia orgánica y, seguramente, de diferente calidad que la actual. Además, si cambia el régimen de precipitación, que en el caso del Ártico esperamos que sea de menos nieve y más lluvia, cambiarán tanto los aportes de carbono como el tiempo disponible para ser transformado. En general, todas las alteraciones de los usos del suelo, como los incendios, la deforestación o la agricultura afectaran a los sistemas acuáticos, cambiando la cantidad y tipo de nutrientes que reciben.
Otro efecto directo del cambio climático es el incremento de temperatura de las masas de agua, que favorece el crecimiento masivo de algas que en ocasiones pueden ser tóxicas comprometiendo la calidad de este recurso.
La reducción de emisiones de CO2 y otros GEI es de lo que más se habla, pero ahora también se está hablando del papel importante de los denominados sumideros de carbono, que ayudan a fijar el carbono, y de los cuales, los más conocidos son los bosques y como hemos visto ahora los ríos y lo lagos. ¿Es tan importante esta función de los bosques? o ¿hay otros sumideros a tener en cuenta?
Núria: Los bosques fijan el 29% del CO2 emitido por la acción humana y son el segundo sumidero más importante después de la atmósfera, donde va a parar el 48% de este CO2.* En tercer lugar tendríamos los océanos. La gran diferencia entre los tres es que los bosques son ampliamente gestionables, con lo que el impacto de acciones antrópicas, como talas masivas, cambios de los usos del suelo o incendios forestales, que afectan directamente a su capacidad de absorción y al ciclo del carbono podríamos fácilmente prevenir o reducir.
Nuestro impacto en lagos y paisajes de montaña, pequeñas soluciones para grandes problemas
Ya hemos visto que en nuestros lagos, hay impacto asociado al cambio climático global, pero también hay una parte local asociada a nuestras actividades. Pero, la mayoría de nosotros cuando vemos un lago o río de montaña, vemos un paisaje salvaje, pristino, sin que haya sufrido impactos. Además, como no, lo primero que se nos pasa por la cabeza es bañarnos o, al menos, meter los pies. ¿Pero es un sistema tan resistente como parece? ¿cómo afectan nuestras actividades?
Núria: Para empezar, aunque estemos en la montaña, la mayoría de los ríos y lagos de montaña europeos han sufrido algún impacto, ya sean por actividades mineras en la cuenca, aprovechamiento hidráulico para energía o almacenamiento de agua, porque reciben aportes de actividades como la ganadería extensiva o incluso por lo que llamamos deposición atmosférico (aportes que les llegan viajando a través de la atmósfera).Los pocos sistemas que quedan con un mínimo impacto, como los lagos de alta montaña, son ecosistemas muy frágiles ya que son pobres en nutrientes, y cualquier aporte extra modifica y puede cambiar de forma drástica el ecosistema. A nivel individual, con acciones como orinar en, o cerca, de cursos de agua, bañarnos o incluso lavar nuestras botas, contribuimos no solo con un aporte extra de nutrientes y materia orgánica, sino que introducimos compuestos químicos como antibióticos, cremas solares y microorganismos como bacterias y/o hongos. Por ejemplo, en Picos de Europa se pueden encontrar numerosos carteles informativos pidiéndonos que nos limpiemos las suelas de las botas, ya que podemos ser vectores de unos hongos que afectan a las poblaciones de anfibios.
Desde mi punto de vista, un problema es la cantidad de personas que vamos a la montaña en la actualidad. Antes estos ecosistemas tal vez podían asumir el impacto de unas pocas personas, pero ahora, que se encuentran sometidos al estrés del cambio climático que disminuye su capacidad de recuperación frente a los impactos, somos muchos más visitando las montañas, y por tanto, debemos ser más conscientes de ello e intentar estar más atentos a los pequeños detalles y no dejar huella.
Entonces, ¿qué debemos evitar hacer para poder minimizar el impacto de nuestra visita? y, estas recomendaciones, ¿también sirven para las áreas húmedas como turberas y humedales?
Núria: la verdad que si vamos a una zona regulada, como puede ser un parque nacional o natural, ya suele haber una normativa muy clara. Lo más recomendable creo que es reservar un poco de tiempo para leer los paneles informativos y memorizar las actividades o acciones que no podemos hacer. Reflexionar que esa norma existe por un motivo y pedir al órgano de gestión pertinente que se indique el mismo si es pertinente. Además si queremos ser más proactivos, hay mucha información sobre el movimiento Leave No Trace, que ayuda a tener conciencia y da ideas de cómo ir a la montaña con el mínimo impacto.
Seguro que es inevitable que hayas visto acciones o actitudes, de los que nos llamamos amantes de la montaña, que no ayudan a la conservación de estos paisajes tan frágiles de los que hemos hablado.
¿Cuál te ha llamado más la atención?
Núria: Ya hemos hablado de muchos de los impactos que genera nuestra actividad. Pero quizás la que me llama más la atención, porque se puede observar fácilmente, es la erosión de los caminos. Las carreras, pero sobre todo los vehículos como las bicicletas eléctricas y motos que cada vez llegan a lugares más altos y más remotos, dejan una huella muy importante. Como hemos hablado, el suelo es uno de los campeones climáticos, uno de los reservorios de carbono, y su formación en estas condiciones extremas toma centenares de años. Por tanto, estas acciones que conllevan la pérdida de suelo y su compactación dificultando el desarrollo vegetal conllevan la pérdida de un recurso magnífico. Destruir el suelo es destruir un aliado frente al cambio climático.
Muchas marcas o tiendas, como es el caso de Mount Legend, están apostando por los productos reciclados o de fuentes sostenibles. O incluso dos referentes como son Alex Honnold o Kilian Jornet han creado fundaciones que van totalmente orientadas a luchar frente a los problemas energéticos y a la conciencia medioambiental inspirada en el deporte. Cómo montañera, pero sin dejar de lado tu vertiente científica y divulgadora, ¿Qué te parece el giro que ha tomado el mundo del outdoor hacía la sostenibilidad?
Núria: me parece muy necesario, me gustaría ver que va más allá del uso de materiales reciclados. Sea el inicio del camino hacia un cambio de producción en el mercado. Cambiando la manera de consumir.
Montaña y trabajo, pasión y trabajo unidos
Ahora nos gustaría centrarnos en la Núria montañera. Ya que no solo vas a la naturaleza por tu trabajo de investigación, si no también por el placer y la aventura de escalar, correr, caminar e ir a la “caza” de mariposas y pájaros. ¿Cuándo empezaste a ir a la montaña? ¿Cuál de todas las actividades te gusta más?
Núria: pues creo que empecé como mucha gente, de pequeña yendo al camping con la familia. No éramos mucho de playa, así que eran campings por el Pirineo, como Ribera de Cardós o Pineta. En mi familia siempre nos ha gustado la montaña y el deporte y los valores que representa. Ya de mayor, se ha convertido en mi hobby, pero no puedo evitar que se mezcle con el trabajo. Me gusta disfrutar de la naturaleza de una manera consciente, me gusta observar por donde voy caminando. Creo que ahí hay parte de mi profesión.
Lo que más me gusta, creo es comer cuando llego al refugio, sobre todo si hay huevos fritos, (risas). Ahora en serio, cualquier actividad que me lleve a estar en contacto con la montaña me gusta, pero de todas, las que me atrae más son las travesías con la mochila, ya que es una inmersión en el entorno y conforme pasan los días te vas “asilvestrando”, que creo que a veces nos hace falta.
¿De qué aventura tienes más recuerdo?
Núria: Una de las que tengo más recuerdo es una circular que hicimos por Monte Perdido, desde Pineta. Gavarnie, Sarradets, Goriz… íbamos muy ligeros, hacíamos vivac y subimos muchos picos. Eran jornadas largas e intensas pero llenas de motivación, porque los paisajes son muy aéreos y verticales. Otra que tengo muy buen recuerdo, pese a que nos llovió muchos días, fue el Kungsleden en Suecia. Caminar con el sol de medianoche por los paisajes del ártico completamente solos, atravesando las colinas y viendo las manadas de renos fue una buena experiencia. Pero es difícil elegir porque también el trabajo me ha llevado a lugares como Groenlandia, donde solo salir a trabajar es toda una aventura. Los osos polares, las tormentas de nieve y todo ello arrastrando el material para investigar.
A todos los entrevistados siempre les preguntamos lo mismo, ¿qué artículo de montaña es tu fetiche y nunca falta en tus aventuras?
Núria: entre muchas de las cosas que para mi son indispensables. La más importante, y que nunca me olvido, es una navaja suiza azul que me regaló mi padre cuando me fuí de casa.
Vemos que trabajas para dos centros de investigación, uno en Francia y otros en Estados Unidos, pero a la vez resides actualmente en Barcelona. ¿Cómo es la vida de investigadora científica?
Núria: Pues soy un poco como una autónoma aunque siempre estamos adscritos a un centro de investigación. Hago un poco de todo, porque combino muchas actividades diversas; trabajo de campo, conferencias, trabajo de laboratorio. Pero al final en el día a día paso más tiempo con el análisis de datos, la modelización y escribir los artículos de los resultados. También una de las cosas en la que invertimos más tiempo es en pedir proyectos, ya que la situación de la ciencia en general, pero en este país en particular, es tan precaria para conseguir una plaza permanente que tenemos que buscar dinero no sólo para la investigación sino para nuestro propio salario. Con lo cual no podemos estar totalmente centrados en lo que sería nuestro trabajo.
Por último, ¿cuál es el proyecto de investigación en el que estás trabajando actualmente?
Núria: Ahora mismo estoy dentro del programa Marie Sklodowska-Curie, financiado por la Unión Europea, y estoy desarrollando el proyecto CHROME. Donde estamos trabajando en las zonas del ártico, como el norte de Canadá y Groenlandia, para identificar cómo los cambios en la conectividad de las masas de agua de esas zonas afecta a su papel en el ciclo del carbono.Hace pocos días que se ha celebrado la COP 26 en Glasgow, donde todos los países se han reunido para intentar ponerse de acuerdo para encontrar soluciones frente al cambio climático. Y una de los conceptos que se ha hablado es el límite de 1.5ºC en el ascenso de la temperatura. ¿Por qué es tan importante no superar esta barrera?